El bienestar emocional es una herramienta importante para enfrentar la vida de manera asertiva en los diferentes momentos de la vida del ser humano.

La Asociación Mundial de Psicología y Psiquiatría del lactante propone especial atención al bienestar emocional desde el nacimiento hacia los 3 años debido a que, en este período, las bases de la personalidad y organización se cimentan: por lo tanto, todo lo que ocurra en estos años será decisivo para el resto de la vida.

Es importante señalar que, hasta hace poco, se consideraba que los problemas emocionales comenzaban después de la infancia, sin embargo; hoy sabemos que muchos de estos inician en los primeros años de vida. Aún en países desarrollados se sabe que 1 de cada 10 niños sufren de un problema emocional importante como para ocasionar algún grado de alteración en su funcionamiento en general.

Es importante reconocer y tratar las enfermedades mentales de los niños desde el comienzo. Una vez que la enfermedad mental se desarrolla, se vuelve una parte habitual de la conducta del menor y esto hace que sea más difícil de tratar.

Criar un menor de edad siempre es un reto. Sus comportamientos y emociones pueden cambiar con frecuencia y rápidamente. Existen muchas ocasiones en que los niños se ponen tristes, ansiosos, irritables o agresivos. Para los chicos es difícil quedarse quietos, prestar atención o interactuar con los demás. En la mayoría de los casos, estas son solo fases normales del desarrollo. Sin embargo, en algunos niños, estos comportamientos pueden indicar un problema más profundo.

Los trastornos mentales pueden comenzar en la niñez. Algunos ejemplos incluyen trastornos de ansiedad, trastorno de déficit de atención con hiperactividad, trastorno del espectro autista, depresión, trastornos del estado de ánimo, trastornos de la alimentación y trastorno por estrés postraumático. Sin tratamiento, estos trastornos de salud mental pueden impedir que los niños alcancen su máximo potencial. Muchos adultos inclusive han concluido que sus trastornos mentales comenzaron durante su infancia y hoy en día se dan cuenta que la ayuda debió haber comenzado en una etapa inicial.

Sin embargo, para nosotros los padres o tutores no es fácil saber si nuestros hijos tienen un problema serio; porque inclusive las tensiones diarias pueden causar cambios en el comportamiento de ellos. Por ejemplo, la llegada de un nuevo hermano o hermana o ir a una nueva escuela puede causar problemas pasajeros de comportamiento.

Algunas señales de aviso para darnos cuenta de que estamos ante un problema más serio incluyen:

  • Problemas en diferentes espacios como la escuela, casa y con sus compañeros.
  • Cambios en el apetito y el sueño.
  • Aislamiento social o miedo a cosas que antes no le causaba temor.
  • Volver a portarse como un niño pequeño, por ejemplo, orinarse en la cama.
  • Señales de estar molesto, como tristeza o llanto.
  • Signos de hacerse daño a sí mismo, como golpearse la cabeza o de repente herirse a menudo.
  • Pensamientos repetitivos sobre la muerte.

Ante estos comportamientos o señales se deben acudir a los encargados de la salud mental o con su pediatra con fin de apoyar integralmente a los pequeños; sin embargo, dentro de las primeras medidas que se deben de tomar por parte de los encargados es comenzar hablando con quienes interactúan frecuentemente con los pequeños como su maestro o profesor; para conocer ampliamente su comportamiento en diferentes escenarios.